La casita a lo lejos

Había una vez una casita a lo lejos que se quedaba entre los recuerdos y poco a poco se perdía para siempre.

Lentamente veía su vida pasar, tantos planes por cumplir, eventos inesperados, la mayoría de ellos para nada buenos.

Siempre fue fiel a su camino y esperaba de regreso solo el premio a su constancia, a su lucha y sacrificio.

Se ve perderse la casita a lo lejos

Nunca pensó que justo cuando debía estar disfrutando el resultado de su empeño, desesperanza, amargura y tristeza tendría en su lugar.

Lamentos y quejas de quienes la rodeaban, problemas sin solución, soluciones fuera de su alcance. Esa era su música día a día.

¿Quién dijo que hay un número limitado de situaciones tristes o sin solución por cada mortal?

Siempre hay alguien peor, no hay dudas, pero qué pasa cuando una sola persona carga sobre sus hombros esas situaciones sin solución o con soluciones inalcanzables.

Enajenación, evitación, solo eso anhelaba

De pronto se vio caminar hacia ese lugar tantas veces soñado, un camino entre la yerba muy verde, muy bajita, suave….camino que se pierde en la distancia, árboles frondosos, de hojas brillantes, con botones de flores blancas, de suave perfume, abejas y mariposas…el sol acaricia su piel, una sensación de tibieza.

Un arroyo de aguas mansas, transparentes; pasa cerca del camino, puede verse y escucharse mientras camina. El canto de los pájaros, el sonido de las aguas , la brisa en el follaje de los árboles…

El cielo azul, nubes altas, escasas,  blancas, semejando olas del mar o pinceladas de un pintor.

De pronto divisa esa, la casita a lo lejos ¿estará vacía? Ya casi llega, el camino se alarga, apenas siente los pies pisando el suelo, casi levita.

Al final llega a la casa, de madera, rústica pero impecable. Dos escalones separan el portal del camino, al pisarlos el sonido es mágico, tan típico.

Alrededor de todo el portal una barandilla, a la izquierda al subir los escalones, una silla.

La puerta cerrada, ventanas hasta el piso, con las persianas abiertas…rodea las paredes por fuera mirando hacia adentro, todo está limpio, ordenado, hay cuadros con fotografías en las paredes, los rostros son conocidos.

Sonajeros cuelgan del techo, la brisa que entra los mueve, el sonido es embriagador

Mira hacia adentro a través de una ventana de la casita a lo lejos. En la estancia, perfectamente colocados hay un sofá y dos sillones. Una mesita hace esquina, sobre ella hay un candelabro con tres velas y unos espejuelos.

Un estante lleno de libros antiguos invita a leer…varios palitos de incienso descansan al borde de una de las tablas del estante, también está el mechero.

Camina un poco más atrás y mira por la otra ventana…hay una mesa de madera, cuatro sillas, un frutero vacío en el centro.

El estante que está contra la pared está lleno de platos, vasos, cubiertos… en la tabla superior hay un florero con un ramo de florecitas silvestres y ramas de albahaca. Del techo cuelga una lámpara con cuatro velas, apagadas, a medio usar…

A través de la ventana del fondo puede ver la cocina, tan simple, básica.

Una mesa para preparar la comida, un fogón de leña o carbón con tres hornillas. Un estante con cestas para las frutas, las verduras. Es la casita a lo lejos, que se va, que se pierde, que ya no está.

Una  puerta, cerrada también, da salida hacia la parte trasera de la casita

La fiambrera para el pan y los granos es perfecta, como la que había visto en libros de hace tanto tiempo.

Un filtro de porcelana para el agua que seguramente se puede recoger y traer del arroyo. Hay un tanque grande para el agua que ha de usarse en otros menesteres.

Sigue caminando alrededor de las paredes hasta dar con la otra ventana, mira a través de ella, hay una habitación, es un dormitorio.

En el centro hay una cama grande con sábanas muy blancas, muy limpias, casi se pueden oler el sol y la brisa que las secaron.

Hay dos mesitas de noche con una gaveta, una a cada lado de la cama. Un crucifijo y un reloj en una de ellas…en la otra una vela en un platico de porcelana blanco y azul.

Un armario con dos puertas, grande, está en la pared frente a la cama. En una de sus puertas un espejo, reluciente, nuevo…

En la pared un cuadro, en el cuadro una fotografía, dos rostros, también conocidos…una salida hacia otra habitación, no hay puerta, solo una cortina de tela muy fina, azul celeste que se mueve suavemente… ¿qué habrá al atravesar el umbral? ¿Será un baño?

Hay zapatos en un mueblecito hecho para este propósito. Cada par perfectamente colocado, una tablita destinada para los de usar en casa.

La otra tiene dos pares, muy elegantes, unos de tacón bajo, carmelitas, de cordones, como los que se usan con un uniforme y medias largas. Los otros son botas de tacón alto, negros, con una hebilla a un lado.

Se pregunta si esta casa está esperando por alguien, es el lugar perfecto, al menos para sí…solo faltarían perros y gatos para hacerle compañía.  

Se da la vuelta, hay otros dos escalones que dan al patio de la casa, aunque no hay cercas que limiten el espacio…de un árbol pende un columpio pequeño, nuevo, aun la madera está fresca, en el asiento un cojín, las sogas recién estrenadas.

Baja despacio, mira al cielo, está atardeciendo, los colores del ocaso están ahí, rosado, azul oscuro, más claro, brillante…

Camina hacia el frente de la casita, repara en que no hay tiempo para regresar antes que anochezca. Quizá pueda pasar la noche en la silla del portal.

Entonces se da cuenta

Una cajita pequeña en el pollo de la ventana tiene un dibujo a relieve, el dibujo es una llave. Se acerca, la mira, tiene un tirador minúsculo, tira de él…ahí está.

La llave es dorada, de ella cuelga una cadenita y tiene un dije con un nombre grabado, es entonces cuando un golpe de brisa tibia le da en el rostro.

El olor a lirios blancos, a flor de mango, de café y galán de noche la inundan…se ve a sí misma corriendo, persiguiendo mariposas, ve todos esos rostros de las fotografías en los cuadros de la casa, ve el filtro del agua, la fiambrera, los libros…

flor de mango en la casita a lo lejos

El nombre grabado en la llave es el suyo, pero ¿quién lo hizo? ¿Cómo sabía que llegaría allí algún día?

Se apresura a abrir la puerta, al entrar huele a destino, a lo que siempre anheló. Madera, hogar, flores silvestres…

Enciende las velas, siente que la casa la acoge, la recibe bien. Se sienta en un sillón, se mece y escucha en el recuerdo, una canción de cuna, retrocede en el tiempo unas cuantas décadas.

Pasa un rato sin apenas darse cuenta. Ya es de noche, va a la cocina y bebe agua del filtro.

Entonces decide pasar al cuarto de dormir. Entra y enciende la vela que está en la mesita.

La puerta con la  cortina azul celeste da en efecto, hacia el baño. Una bañera, una taza, un cubo y una palangana encima de una mesita alta serán suficientes para el aseo.

Abre el armario, toma un vestido de casa ligero…toma agua del tanque de la cocina con el cubo, lo lleva hacia el baño, pasa un paño mojado por todo su cuerpo desnudo, deja que el agua  corra desde la cara hasta los pies.

Se envuelve en una toalla, regresa al dormitorio, la deja caer al suelo, la brisa tibia seca la humedad de su piel.

Mira hacia la cama, no puede resistirse a la tentación de acostarse…lo hace

Es entonces cuando una avalancha de sensaciones recorren su cuerpo, su mente…el ayer mezclado con el ahora, decisiones que esperan ser tomadas, y debe hacerlo esta noche.

Tendrá que escoger entre la realidad que ahora la envuelve, toda paz, emoción, nostalgia, alegría, soledad acompañada por recuerdos y la realidad que la hizo llegar hasta allí en su fase de enajenación y evitación, su dolor, su tristeza, sus problemas sin solución.

La casa y su magia solo pasarán una noche allí, son la única posibilidad de permitirle escapar de sus problemas, de vivir con sus recuerdos,  y dejar todo sufrimiento atrás…

Ahora entiende, está viviendo su ideal, está mirando el interior de su alma, lo más profundo de sus pensamientos y deseos. Sus tesoros más preciados, sus memorias más simples, más básicas están ahí.

Será una decisión difícil…se sienta en la cama y camina hacia la ventana, respira profundo. El olor a rocío y yerba húmeda llega hasta lo más hondo de sus ser, la luz de la luna la baña.

No es momento de pensar, sus sentidos están nublados “… quizás mañana pueda entender mejor y podré decidir…”

Vuelve a la cama, se quita el vestido y se abraza a la almohada, se duerme…

Amanece, es otro día…

Un camino se pierde en la distancia, la yerba es fresca y muy verde. Un arroyo corre cerca, se escucha el sonido del agua, muy suave.

No muy lejos hay un árbol con un columpio, al acercarse se puede ver que el tiempo ha pasado por él, las sogas que lo sostienen están raídas, la madera húmeda y vieja, el asiento está lleno de un colchón de hojas deshechas…

No hay nada más alrededor, aunque alguien dijo que de cuando en cuando aparece una casita de madera nueva, impecable, con una barandilla y grandes ventanas…pero que no todos la ven.

FIN

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