Cuando los padres fomentan la pérdida de los valores

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Lo más terrible se aprende enseguida y lo bueno nos cuesta la vida, dice  Silvio Rodríguez en una de sus canciones.

Y es que crear los valores morales demora años pero perderlos es cuestión de minutos, minutos que caen encima de nuestros hijos más rápido que los minutos de hace 20 o 30 años a pesar de tener 60 segundos igual que desde que se comenzó a contar el tiempo.

Soy de una generación que nació y creció en medio de la guerra fría, una generación en que los valores estaban por encima de cualquier estímulo material a pesar de ser tan necesarios.

Es la misma generación que llegó a la adolescencia en medio de la lucha contra la guerra en Viet Nan, una generación de padres que integraron el movimiento hippie o fueron parte activa de sus seguidores.

Tuve la suerte, ganada con mis neuronas y la educación recibida por mis padres y maestros, de ir a una beca en la mejor escuela de Cuba a la cual iba o mejor y más selecto del estudiantado cubano en la región geográfica que cubría su matrícula, la Escuela Vocacional Lenin, escuela de élite como le dicen algunos pero que de élite nada tenía pues allí todos éramos iguales a fuerza de reglamento y creación de los más elevados valores morales.

Recuerdo que debíamos laborar lo mismo en el campo que en la industria deportiva que en la electrónica de forma establecida por el reglamento a cumplir las normas de trabajo en todos sus sentidos y acomodadas a nuestras cortas edades y como es lógico imberbe experiencia en esos asuntos.

Pero todos tratábamos de cumplir para evitar el desprestigio moral ante el colectivo de ser incumplidores, no cobrábamos ni un centavo ni se le enviaba a nuestros padres o tutores retribución alguna, la máxima retribución fue siempre moral.

Digo esto porque tristemente a mis oídos educados en esos altos valores morales,  en el amor al trabajo como fuente de riquezas necesarias para la vida, en la consciencia de que trabajar es una necesidad vital y con lo cual se debe sentir placer y no molestia amén de lo duro y muy difícil que sea,  noticias de menores de edad y en especial niñas o una niña en particular para no generalizar lo que no tiene sentido hacer y que no es lo habitual en mi país, que son premiados con billetes de 1.00 CUC por realizar labores domésticas en el hogar donde viven con sus padres, en el hogar por el cual deben sentir amor y ese mismo amor los debe llevar a cuidar, limpiar y mantener lo que es su refugio y lugar más preciado.

El daño es grande con esa actitud porque crecerá, y de hecho lo hace, en un medio totalmente material alejado del amor y el respeto por los valores morales. De allí saldrá no más que un artífice de la maraña y tal vez, cuando los padres no puedan cubrir sus necesidades, una prostituta, traficante de drogas o cualquier otra que  solo reporte dinero, dinero y más dinero porque se educó en que es eso el principal objetivo y sentido de su vida.

Hay una película con Barbra Streisand –Me quieren Volver Loca– junto a Richard Dreyfuss. Año 1987 dirigida por Martin Ritt – en que ella va a juicio por prostituta acusada de asesinar a uno de sus clientes, pero una prostituta de esas de alcurnia que solo prestaba sus servicios a jueces, senadores u otros de los más altos rangos de la sociedad.

Ella llegó a ese nivel por desenvolverse en un medio familiar en que el padrastro le pagaba por dejar ser bañada por él y ella nunca mencionó nada a su madre para evitar ruptura de familia.  

El film es un drama judicial sobre un alegato de defensa propia basado en una obra teatral muy posiblemente de la vida real.

La ley cubana no tiene tipificado la acción descrita como un delito pero la Constitución de la República de Cuba define muy bien en su artículo 35 que la familia es la célula fundamental de la sociedad con atribuciones y funciones esenciales en la educación y formación de las nuevas generaciones.

Sigue diciendo la constitución cubana en su artículo 38 que los hijos a su vez están obligados- fíjense que aquí se dice obliga y no deben- a respetar y ayudar a sus padres.

Esto último obliga a los hijos a realizar aquellas  labores domésticas acordes a su desarrollo físico motor e intelectual que no entren en contradicción con su seguridad.

Es un beber obligacional el participar de la limpieza, mantenimiento y cuidado del hogar y no un medio de obtener recompensas en metálico que más que formar sus hábitos laborales futuros le crean a sus hijos una mente alejada de sus deberes más elementales.

Dice Martí que  “Nada hay nada más importante que un niño”,  y así comienza la Doctora Olga Mesa, Profesora titular y Consultante de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana,  su presentación al tema “Los Derechos Fundamentales de la Niñez en Cuba”  en parte de la cual expresa que, y cito textualmente: 

“La niñez representa, sin duda, una etapa definitoria de lo que ha de ser la adolescencia y la adultez, porque en ella se va definiendo e integrando la personalidad del ser humano y desde cualquier ciencia social que la contemple, conforma en sí misma, dada su importancia trascendente, un objeto diferenciado de estudio.”

 

Muy acertada su observación y respetado su punto de vista dado el elevado conocimiento de las Ciencias Sociales y del Derecho de la autora.

Y como bien señala es en esa etapa definitoria, muy bien conocida en psicología y en criminología, donde radica el punto clave en la formación de los valores pues será en ella donde más arraigados quedarán en la mente del futuro adulto integrante de la sociedad.

No es que los adolescentes dejen de conocer cómo es que se gana el sustento o que realicen labores retribuibles en metálico pues eso también los forma y ayuda a que tomen consciencia de que el trabajo es la única fuente para poder mantenerse.

Si un vecino necesita recoger un patio o jardín o botar alguna basura o realizar algún que otro encargo y este decide retribuirle con dinero, eso le forma buenos hábitos al adolescente pues de esa forma valora el trabajo y aprende a conocer que las cosas se ganan con esfuerzo y entonces comienzan a cuidar mejor.

El hecho radica en el núcleo familiar, en esa célula de amor, respeto, solidaridad, ayuda desinteresada, sacrificio y fidelidad que debe ser el hogar y no en un medio de relaciones monetarias.

Bien perdido estarán esos padres cuando se enfermen y necesiten que esos mismos hijos los cuiden o cuiden de la casa y no puedan asumir el pago que reclamarán porque a eso los acostumbraron.

Qué malos hábitos sustentados por una posición de privilegio en la sociedad cubana le están fomentando a una niña estudiante de la enseñanza secundaria en donde se ha creado alarma entre sus compañeritas del aula.

Esperemos que rectifiquen sus padres y adopten una posición más inteligente para lograr que la adolescente participe de las labores domésticas en ayuda de los padres como bien señala la constitución cubana y reafirma el Código de Familia.

prime student

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